No se sabe qué es más peligroso para la ciudad, si la acción vandálica de un puñado de extranjeros, o los discursos enardecidos y demagógicos de algunos pretendidos voceros de la comunidad que, pensando en capitalizar un hecho violento puntual, ocurrido esta última semana, derivan hacia toda la población de migrantes venezolanos, estigmatizaciones que, por supuesto, son inconvenientes y, además, peligrosas en tanto terminan descalificando a todos quienes provienen de ese país hermano y poniéndolos en evidente riesgo de ser agredidos.
Sí, sucedió esta semana con varios migrantes que terminaron enfrentados a golpes con un ciudadano en una avenida de Bucaramanga, y han ocurrido otros hechos ya no de riñas, sino de actos delincuenciales, cometidos por personas de esa misma nacionalidad, pero, eso no significa que todos los llegados del vecino país sean ni agresivos, ni delincuentes, como tampoco es cierto que los colombianos seamos narcotraficantes o drogadictos, por el hecho de que aquí se produzca y se trafique cocaína.
La xenofobia tiene muchas formas de disfrazarse y disimularse y una de ellas es la de asegurar que no es xenófobo un discurso que lo único que busca es señalar, maltratar y prejuzgar a un grupo humano, en razón de su procedencia o de su cuna.
No responde a ponderación alguna, ni a ninguna madurez o prudencia, el que salgan unos ciudadanos, varios de ellos con agenda e intereses políticos o personales, a generalizar y señalar que la ciudad debería cerrar sus puertas a la migración, tras el episodio violento y bochornoso, repudiable, obviamente, que, además, ya fue castigado con la deportación de los responsables. Como sociedad no podemos generalizar, sobre todo cuando se trata de un país hermano que en el pasado acogió un éxodo de los nuestros, a quienes legitimaron en su patria, a pesar de que en esos tiempos una buena cantidad de compatriotas causaron muchos problemas.
Es claro que a los extranjeros de cualquier parte, que vengan a delinquir o a alterar el orden público, se les debe sancionar y judicializar como lo establecen las leyes, pero debe quedar aún más claro, que la gran mayoría de los venezolanos que se han quedado en Santander lo han hecho no solo con respeto y agradecimiento, sino que hoy son personas y familias que aportan constructivamente a la economía y que han hecho valer su excelente condición humana para sumarse a nuestra comunidad. El reto de las autoridades y lo deseable es que los controles al mal comportamiento sean rigurosos, que se aplique una estrategia seria de atención y control a la migración, y severidad para quienes, sean quienes sean, transgredan la ley o afecten a la comunidad.
*Publicado originalmente en vanguardia.com