Por: Javid David Torres Cabrera
Asesor pedagógico
Programa Pedagogía y Protección para la Niñez Refugiada y Migrante – PPN
Cartagena
El día, mejor dicho, el primer día que llegué a cumplir con este trabajo me llevé la grata sorpresa de que aquí los jóvenes son los más resilientes y quienes mejor se adaptan a los cambios que trae la vida, por muy difíciles que sean. Uno de los cambios que miles de estudiantes y sus familias han tenido que afrontar es la migración, y esto implica encontrar nuevos mundos, desde la gastronomía hasta cualquier ámbito de la vida. Fue aquí donde entendí lo difícil que es cambiar de lugar y empezar de cero.
En todo este proceso hemos aprendido que la migración es un derecho universal, un derecho que a veces no tenemos claro; y esto hace que se dé rienda suelta a la discriminación y xenofobia, procesos que excluyen de manera cruel a aquellas familias que solo buscan mejores oportunidades.
Una de las experiencias que más marcó mi trabajo con población migrante en el ámbito educativo, fue precisamente la implementación de la estrategia Somos Panas Colombia en las Instituciones Educativas de Cartagena, más exactamente en siete de ellas, a través de jornadas de formación a estudiantes de grado décimo y once que luego harían su servicio social.
En una de las primeras jornadas de sensibilización, en la Institución Educativa Ana María Vélez De Trujillo, entendí que alguna vez en la vida o muchas veces todos los seres humanos nos hemos sentido extraños en algún lugar.
La jornada consistía en buscar estrategias para descubrir las emociones y sensaciones que hemos tenido cuando llegamos por primera vez a un lugar en el que nunca habíamos estado. Para esto se trabajó con el cuento ‘’Eloísa y sus bichos’’ de Jairo Buitrago y Rafael Yockteng, en el que se muestra todo lo expresado anteriormente. Al preguntar a los estudiantes que si alguna vez se habían sentido como Eloísa, nos llevamos la sorpresa de que muchos jóvenes entre 14 y 16 años han tenido nostalgia porque no se sienten en su zona de confort, ya que en muchos casos se han ido de una ciudad a otra, de un colegio a otro, de un barrio a otro, o de un país a otro. Estas historias generaron empatía con los estudiantes migrantes venezolanos que hacen parte del grupo.
Para terminar, cabe anotar que cuando somos empáticos con los demás, esos cambios bruscos que te da la vida se suelen llevar con más armonía, y eso se demostró en los lazos de amistad, solidaridad y empatía que se fortalecieron entre los jóvenes que hicieron parte de la actividad.